Por: @Yrmana en Twitter / @yrmanaalmarza en Instagram
"Loro viejo no aprende a hablar",
dicen. Todos los que educamos sabemos de sobra que esto es mentira. Lo que sí
es duro para muchos es cambiar de creencias, esas que definen nuestra conducta,
actitud y reacción frente a las cosas de la vida. Los maestros no podemos ser
ortodoxos hoy. Nuestros cercanos han muerto, están muriendo y nosotros podemos
morir también en este nuevo contexto de contaminación mundial. Seguir apegados a
pendejos métodos antiguos para dar clases en esta segunda oportunidad que nos
da el Universo para estar vivos, es la mayor de las pendejadas que podemos
cometer.
2, no siempre es el resultado de 1 + 1. La
Pandemia me lo enseñó y espero que usted mi estimado colega también lo haya
aprendido. Los maestros estamos obligados a repensarnos y replantearnos las nuevas
cosas. Estamos obligados a practicar de manera constante la deconstrucción
cognitiva más ahora que estamos atravesando este maremoto educativo que cuando
pase, no dejará las cosas igual. Para eso debemos estar preparado también, para
saber que ya nada será igual.
Así como fuimos luz en nuestros salones de
clases, ahora tenemos que ser luz en las pantallas. Tenemos que seguir iluminando
a nuestros chamos. Jesús Piña es un docente mexicano que ha transitado este
camino de lo físico a lo virtual en la práctica de enseñar. Él dice que para
que los muchachos se queden con nosotros en la clase, es decir, que no sólo los
tengamos en un recuadro con su nombre y viendo su cara como un fotograma, los
estudiantes tienen que estar contentos. Tenemos que hacerlos sentir empoderados
y hacerlos participantes, que se sientas valorados, escuchados, estimados,
creadores de su propio aprendizaje. Y esto es verdad.
Pero no sólo los niños o los jóvenes deben
estar contentos, nosotros también y al ser humano lo hace feliz las emociones
positivas. Eso es lo que hay que transmitir, emociones positivas, nosotros
tenemos que llenarnos de positivismo sin dejar de lado la doctrina de
aprendizaje para enseñar.
Si hay algo poderoso que toca el alma de
grandes y chicos es preguntar ¿cómo te sientes? ¡Hagámoslo! Esta pregunta
obliga a una respuesta y donde hay una pregunta y una respuesta amable,
sincera, allí empieza una conversación amable y sincera en la que el increpado
se sabe tomado en cuenta aunque seamos los maestros los que llevemos la
procesión por dentro pues no es falso que sobre nuestros hombros llevamos la
carga pesada de estos cambios y en nuestros pies, muchos, arrastramos el
grillete de no poder equivocarnos. 
La educación virtual es conectividad:
conexión digital a las herramientas de la telemática educativa pero sobre todo
conexión nuestra con nuestros estudiantes. Una conexión no se logra con frialdad,
con rigidez normativa y mucho menos con arrogancias y soberbias de maestros en
la cúspide. Un virus nos saca del juego en 15 días. Seamos humanos y vivamos
con humanidad cada día que despertamos. Con esa misma humanidad, sensible,
empática, seamos bondadosos al momento de sentarnos, ahora, frente a la cámara
para enseñar.
Preguntémosle a nuestros hijos cómo se
sienten. Hablemos con ellos antes de comenzar cada sesión, sepamos cómo están
para que nosotros conozcamos lo que es verdaderamente importante enseñarles.
Sintámoslos para que encontremos cómo abrir ese camino, libre, a la fijación
del conocimiento a través del contenido académico que brindamos. 
En cada sesión de clases en vivo, si tan
sólo nos detenemos un momento a saber cómo se siente nuestro público podemos
obtener el más valioso de los recursos: el conocimiento de cómo vamos a dar la
clase y por dónde le vamos a dar al contenido. Esa conexión primaria no sólo
hará que se sientan bien por saberse tomados en cuenta, importantes para su
maestro, sino que nos permitirá a nosotros, si nos damos el permiso de abrir
también nuestra corazón, de construir y redireccionar la ruta de trabajo académico
en función de la emoción positiva y ese marco de confianza que nuestros chamos
van a ir sintiendo, construyendo con nosotros.
Miren maestros, si tenemos que dejar de
lado el dos por dos para hablar de convivencia familiar, hagámoslo sin miedo y
aprovechemos ese material también: nosotros somos quienes dirigimos esa
orquesta y ningún instrumento sonará bien sino está primero bien afinado y si
su ejecutante no está en armonía y paz consigo mismo para tocar.
¿De qué nos sirve que el chamo nos conteste
de qué color es la luna si no sabemos si él o ella está escuchando al padre
pelear con la madre? ¡Y como usted lo tiene silenciado pues nunca escuchará
eso, cierto! ¿De verdad usted quiere que el pelao le responda cómo se llama la
embarcación de Colón con la abuela sentada al lado viendo la televisión
mientras que la anciana tose y se echa peos? ¡Es en serio! ¿Hasta cuándo va a
seguir usted prendiendo esa computadora sin saber qué carajo es lo que está viviendo
su muchacho? ¿Hasta cuándo va a seguir usted conectándose sin conexión
"para enseñar"? Pero peor aún, ¿Cómo enseña usted ignorando la
situación por la que su alumno está pasando?
Estimado colega, si usted está enseñando
así no está educando y mucho menos está transitando el camino de la enseñanza
virtual. La enseñanza virtual es muy poderosa, es tan poderosa que gracias a
ella se salvó el año escolar. La enseñanza virtual toca al alumno a través de
herramientas materiales e inmateriales como los dispositivos y las aplicaciones
pero lo primero que hace es tocar a los alumnos, no lo olvide, porque su
esencia es la educación y educar es un acto esencialmente humano. Está muy
lejos, está bien distante ya de la clase magistral en la que interrumpir,
entiéndase abrir el micrófono, es un pecado cuya condena es el paredón.
Si un chamo abre el micrófono, pregunté qué
pasa porque esa pregunta, esa intención de que el maestro sepa lo que le está
pasando a su alumno es parte de esa conexión que es la educación virtual. Que
la pausa sea una herramienta de enriquecimiento docente y de conexión virtual
educativa. Que la pausa no la dé el tiempo de Zoom, la lentitud de GoogleMeet o
la pesadez de la velocidad del ancho de banda del Internet. Los que educamos
somos nosotros y seguiremos siendo nosotros pero tenemos que conectarnos. 
Yrmana Almarza
Periodista y educadora venezolana
@Yrmana en Twitter / @yrmanaalmarza en Instagram

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